martes, 4 de agosto de 2009

Roulette.

Los ojos expectantes. La boca susurra. Busca, rota. Los brazos cansados, descolgados del resto del cuerpo, se muestran abúlicos. El corazón late atento, detectando cualquier movimiento que se pueda producir. Un hilo de impotencia crecía en la boca de la garganta, queriendo salir corriendo. El irrefrenable impulso latía atento bajo las capas de aire que lo oprimían, fruto de la acelerada respiración. Había una infinidad de razones que me cuestionaba cada minuto de mi vida que aparecían cada vez que me venía a la cabeza los tres meses que me esperaban. Me ahogaba pensando en ello. Y cada noche llegaba a la misma conclusión. La misma causa por la que luchaba en mi interior incansable, y hasta el último aliento, era la causa que amaba con todas mis fuerzas. Con todas y cada de las fibras de mi ser. A medida que pasaba lo alto y ancho del tiempo, crecía en mi garganta el impulso casi irrefrenable de darme la vuelta y salir corriendo a decir lo que realmente quería decir.