martes, 4 de agosto de 2009

Alianza.

Muchas veces, la vida se cierne a una sola oportunidad. Claro que, quizás la forma más fácil de sobrevivir sea evitarla, aunque esa no sea la solución, ya que también muchas veces, también nos encontramos cara a cara con la mentira. La hipocresía de la que se alimenta el ser humano, el egocentrismo que puebla las mentes y las calles, el curioso sentimiento de dolor que experimentamos cuando nos damos cuenta de que, absolutamente todo está en nuestra mano. Cambiar las situaciones, los pensamientos del individuo, incluso a las personas. La primera impresión es el poder que el miedo ejerce día a día sobre nosotros. Miedo al fracaso, principalmente. Miedo a que la gente nos diga la dolorosa verdad a la cara. Miedo a saber de una vez distinguir el bien de el mal. Miedo a amar. Y a ser amado. Porque el amor anda de la mano del dolor, se alimenta de el, lo sufre, y con ello nosotros. La debilidad de caer en él, de ser su títere. Porque nadie sabe quien es hasta que a pasado por ello. Nadie se conoce. El amor abre nuevas puertas, abre sentimientos que creíamos que teníamos ahí, pero que estaban enterrados. Y también las cierra. Porque el amor es el sentimiento más doloroso que hay, eso sin duda. Nos hace conocer cada fibra de nuestra propia alma, cada célula infectada de este sentimiento, y los cambios en la persona que produce. Pero paradójicamente, no hay palabras para describirlo, de lo grande y profundo que es. El amor saca lo peor de las personas, pero también lo mejor. Nos hace pasar noches en vela, conociéndonos. Nos abre de tal forma que despierta lo bueno de nosotros. Nos hace experimentar, reír, gritar de alegría, bailar, cantar, disfrutar. El placer de sentirse envuelto en alguien. Protegido. Porque en ese estado, nada hay que no puedas afrontar estando con lo que quieres a tu lado, sea cual sea el tipo de amor experimentado. Así que amor y dolor. Los dos polos opuestos, que tan poco se llevan. Que tanto comparten. Que tanto luchan por sobrevivir, el uno al lado del otro, por apoderarse de aquello que les importa, viviendo en una lucha continua. El dolor, aliado del sufrimiento, y el amor, de la fuerza. La gran diferencia es que el amor puede curar, y el dolor nunca podrá hacerlo. Por lo que, si me preguntaran que puede más ni siquiera me pensaría la respuesta. Aquello que da vida, que da felicidad, pese a todas las dificultades que acarree, es lo más poderoso e invencible que puede haber. Amar.