martes, 4 de agosto de 2009

Principalmente, el calor.

El calor abrasaba cada mota de vida que encontraba a su paso. Cada suspiro. Cada lágrima. El sol, radiante, hacía que lo días naciesen como una enorme sonrisa. El agobio de los últimos días aturullaba las cabezas como un resfriado pasajero del que deseas librarte, y la gente andaba entre risas nerviosas y cansadas, pensando en que pronto vendría la total y absoluta despreocupación. Era una época característica de buen tiempo y alegría contagiosa. El cielo emanaba ilusión. Todo era raramente familiar. Principalmente, el calor. Yo, sin embargo y a pesar del color rosa que parecía estar teñido todo, sentía un escalofrío recorrerme la espalda al pensar en ello. A pesar del agobiante calor, el ambiente contagioso y la sonrisa espléndida, sentía un vapor helado en la nuca. Algo punzante y estremecedor. Como un dolor tan intenso que no lo puedes llegar a sentir, pero que duele. Tenía frío un 3 de junio.