martes, 4 de agosto de 2009

Ahora.

Hago sonar una canción y me prometo que antes de que las notas lleguen a su fin el teléfono sonará. Vivo un poco nerviosa esos minutos, y el descaro de mis uñas rojas pintan una situación bastante ridícula. Como una tonta, aguanto hasta que se pudre la melodía, miro el teléfono y vuelvo a comprobar que mi vida no es una película. Y que aunque lo desee con todas mis fuerzas, no pasará porque no depende de mí. Cuando ocurre algo importante, inesperado, parece que todo lo que no se introduce dentro de esa pequeña gran historia se pierde, desaparece. Todo se para y sabes que no te importa nada más que el momento que estás viviendo en ese mismo instante. Más cuando algo que esperas no sucede, todo parece ir más rápido, los demás quieren ir a más y entonces eres tú la que quedas fuera de esa pequeña gran historia. De todas formas, aún me queda la opción de imaginarme cómo hubiera sido ese instante. Aún puede ser.